Tuesday, February 10, 2015

La cicatriz (cuento)

La Cicatriz















María tenía los ojos hinchados de tanto llorar y de los golpes recibidos la noche anterior. Su marido y verdugo aun dormía cuando ella ya se había levantado, había vestido a su niña de 13 años para la escuela y le había dado de desayunar una taza de atole y una tortilla con frijoles.
La niña, que se llamaba Macaria, comía en silencio, para no despertar a su padre, pero también porque no quería escuchar a su madre relatarle que había sido golpeada una vez más. Los moretones en la cara eran testigos de lo ocurrido la noche anterior. Macaria, se sentía tristísima por su madre, sentía coraje en contra de su padre; extrañamente también sentía culpa de no poder ayudar a su madre, sentía impotencia.
            Macaria asistía a una telesecundaria de la sierra de Oaxaca. Su pueblo era un pueblo paupérrimo de solo 1250 habitantes rodeado de pequeños caseríos aún más miserables. A Macaria le gustaba ir a la escuela, ahí no estaba su padre, y podía reír con sus amigas. Reír era su pasatiempo favorito, a la vez era consiente que hacía años que no veía reír a su madre. Antes, cuando visitaban a sus tías y abuelos su madre reía y eso la hacía feliz. Pero su padre ahora le prohibía a su madre que visitara a sus hermanas o a su madre que era viuda.
           
Por las tardes le gustaba pasar el tiempo mirando cerro abajo, veía la carretera que estaba a 3 kilómetros. Veía pasar las “suburbans” como la gente de Oaxaca llamaba al transporte que te llevaba a la ciudad de Oaxaca. Cuando veía a alguien bajar caminando el cerro y esperar la “suburban” siempre sentía el deseo de irse de ahí, claro que se llevaría a su madre, a su padre lo dejaría en el pueblo. Se imaginaba que esto haría sonreír a su mamá nuevamente.
            Pasaron dos años más con la misma miseria, con el mismo abuso de parte del padre. El Padre se llamaba Simón, un bueno para nada, alcohólico, que disfrutaba en ser adultero y ladrón. Macaria ya tenía 15 años, había terminado la secundaría. De las 80 niñas que empezaron la primaría solo 7 se graduaron con ella, las demás no habían sido consideradas dignas de seguir estudiando. María, la madre, había peleado muchas veces con Simón y había recibido muchos golpes pero había conseguido que su hija siguiera estudiando.
            Macaria tenía una prima cuyo padre estaba en Estados Unidos, su nombre era Magdalena. Magdalena le contaba que su padre le mandaría dinero para irse a estudiar la preparatoria en Oaxaca. Magdalena, su madre y 4 hermanos se despidieron una tarde de María y de Macaria. La madre de Magdalena le dijo al oído a Macaria: “cuando quieras irte a estudiar, te esperamos allá en Oaxaca”. Macaria se fue corriendo al árbol desde donde veía como bajaban el cerro hasta la carretera a esperar la suburban que los llevaría a Oaxaca. María tomó la decisión de irse de ahí, de ir a estudiar a Oaxaca. Ya se imaginaba, con su uniforme de preparatoria, en Oaxaca, lejos de su miserable pueblo y sobre todos lejos de su padre. Y ¿por qué no? También iría a la universidad y sería maestra. Ahora solo tenía que convencer a su madre y planear como escapar

            Al llegar a su casa en una mochila guardó sus documentos escolares, y se dispuso a hablar con su madre. El alma de Macaria sentía mucha esperanza, por fin veía una salida a su infierno. A las 7 de la noche vio llegar a su madre con su padre. María, la madre venía llorando. El padre venía enardecido de tanto alcohol. “Macaria, hija de tu re jija, ¿dónde estás?” gritaba al entrar a su casa. Simón traía una bolsita de papel estraza que se guardó dentro de su camisa sudada y volvió a decir: “Macaria: ya cumplimos el capricho de tu re jija madre, ya estudiaste y ya se acabó esa fregadera. Mi compadre ofrece 10 mil pesos para que te cases con él. Me dio 4 mil de adelanto y te vas con el hoy mismo”.
            Macaria miró a su madre como suplicando en silencio. María, la madre, le dijo que su viudo compadre era bueno pues solo le había pegado a su difunta esposa dos veces, nunca le había faltado comida. El padre volvió a gritar: “¡órale! hazle su maleta”. Madre e hija se fueron al ropero a sacar su ropa. Macaria le suplicaba llorando: “mamá, yo no quiero irme con el compadre, yo quiero irme a Oaxaca con mi tía a estudiar.” María, la madre,  le volvió a repetir que el compadre no era tan malo. En su interior pensaba que era la manera de librarla de su padre y sus abusos, y del riesgo de que un día el abuso llegara a lo peor. Sentía que si su hija se iba, ya no tendría el estrés de defenderla ante su esposo, y tal vez tendrían un poco más de tranquilidad.
            Macaria por un momento pensó que tal vez era el destino. Que así era la vida y que mejor se resignaba, pero casi por inercia atinó a decir: “pero yo no quiero ser como tú, mamá”. Aquella frase en lugar de herir a María, la hizo despertar y por primera vez considerar que su hija tendría la fuerza de no vivir una vida de abuso. Con las piernas temblando y la voz entrecortada le dijo a su esposo: “Macaria, no se va a ir con nadie, regrésale al compadre su dinero”. Su cuerpo instintivamente busco proteger a su hija.
            Simón enfurecido grito: “¿Qué fregados dices?, aquí yo mando y si digo que Macaria se va es que se va.” Le dio una bofetada a María, y arrastró a Macaria hacia la puerta. “Órale, hija de tu re jija”. La abofeteó también y siguió arrastrándola. María, la madre se hizo de un cuchillo y lo amenazó. Simón soltó a Macaria, se abalanzo hacia María y pudo quitarle el cuchillo. Simón le dio una cuchillada en el estómago a María, y una cuchillada en el brazo de Macaria. María sacó fuerza y se abalanzó sobre Simón; quien por el alcohol perdió el balance y cayó al suelo. Macaria lo remató con un ladrillazo en la cabeza.
            María, la madre, le dijo a Macaria: “vete con tu tía, yo te alcanzo mañana”. Le dio los 4 mil pesos y la dirección de la tía. Macaria no la quería dejar sola y le decía que se fueran las dos. María no la quería detener porque sabía que moriría pronto debido a la cuchillada. Para tranquilizar a su hija le dijo que se iría con la abuela esa noche para despedirse pues no regresarían más a ese miserable pueblo.
            Macaría, llorando salió y empezó a bajar el cerro. Siempre imagino que cuando bajara el cerro sería triunfante y lista para irse a triunfar a la ciudad. En ese momento solo pensaba en huir y en que su madre estuviera bien. Iba sangrando del brazo y así llego a la ciudad después de 3 horas. Tomó un taxi y llego con su tía y le relató la tragedia.

            La tía fue a ver a María su hermana. Se enteró que había muerto noche anterior así como Simón. Simón había muerto de 15 cuchilladas lo que parece indicar que María desquitó los años de sufrimiento aquella noche.
            Macaria había pensado nunca volver a ese pueblucho. Pero volvió a los 2 días para el entierro de sus padres. Su brazo estaba muy lastimado aun, pero su alma aún más. Hubo una cosa que ahora estaba clara: su madre sí la amó. A veces lo había dudado cuando dejaba que su padre la golpeara hasta el cansancio. Pero justo ahora cuando supo que su amor de madre era incondicional, ya no podía abrazarla, decirle que ella la amaba también, no podía ayudarla. El Padre en su sermón dijo: “Macaria, huérfana eres de padres, pero Dios, nuestro padre te ama y te cuidara”. Hasta entonces Macaria nunca había ido a iglesia ni se había preocupado de esos asuntos, pero las palabras del sacerdote no tenían sentido para ella. Si Dios la amaba por qué había dejado que sufriera tanto. Su madre sí la amaba pues había dado la vida por ella.
            Algo en su interior le hizo tener curiosidad sobre Dios. A su regreso a Oaxaca, se dio cuenta que las piedras junto a la carretera Juchitán-Oaxaca estaban repletas de frases religiosas y citas de la Biblia. Macaria anotó todas: Juan 3:16, Dios te ama etc. Llevaba un total de 12 citas cuando escribió 1 Nefi 3:7. Esta cita no era de la Biblia sino del Libro de Mormón pero ella no lo sabía.
            Macaria empezó sus estudios en la preparatoria. Olvido por unos meses las citas de la Biblia que había escrito hasta que un sábado sin mucha tarea que hacer se dispuso a buscar en la Biblia de su tía todo lo que decían esas citas. Un sentimiento cálido empezó a llenar su pecho. Mientras más leía, mas sentía que Dios la quería. No es que haya escuchado ninguna voz, pero empezó a sentirse amada por Dios. Al tratar de buscar el libro de Nefi en la Biblia le fue imposible. Fue a un café internet y busco la palabra Nefi. Leyó lo que Wikipedia decía sobre el Libro de Mormón y sintió mucha curiosidad sobre esa Iglesia que afirmaba tener un profeta.
            Pasaron 4 años y Macaria había olvidado lo del Libro de Mormón. Se había convertido en una joven muy inteligente. Siempre usaba manga larga para ocultar su fea cicatriz. Se había graduado de la preparatoria y estudiaba junto con su prima en la faculta de derecho de la UABJO. En su clase de derecho romano, sus ojos por primera vez se permitieron ver a un joven sin tener pánico de que fuera a ser un golpeador. Ese joven siempre se sentaba hasta el frente y todos le decían que era un ñoño pero a Macaria su aspecto le parecía atractivo, no se veía ni macho ni agresivo.
            Macaria no se atrevía a hablarle ni a preguntarle su nombre, pero un miércoles por la mañana ese joven empezó a exponer algo sobre la figura del páter familias en derecho romano: “buenos días, compañeros. Mi nombre es Nefi García y voy a exponer el tema de páter familias”. Macaria volvió a recordar ese nombre: Nefi, y todo lo que había leído sobre la Iglesia Mormona y se decidió a hablarle.
            Macaria le pregunto si era mormón y Nefi le dijo que sí. Se hicieron amigos, Nefi sació las dudas que habían quedado almacenadas en la mente de Macaria. Macaria empezó a asistir a las clases de instituto de religión en Atoyac. Macaria decidió que quería unirse a la Iglesia. Los misioneros le enseñaron las lecciones, asistió a la Iglesia y cuando anunció a su tía que se iba a bautizar, su tía, que siempre la había tratado bien ahora la empezó a regañar: “¿cómo puedes traicionar la religión de tus padres?, si te unes a esa Iglesia te vas de esta casa”.
            Macaría fue a hablar con el Obispo Mormón y le mencionó su dilema. Pero además le dijo algo que nunca había contado a nadie más. Ella sentía que era culpable de la muerte de sus padres. Si ella se hubiera ido con el compadre aquella aciaga noche, sus padres estarían vivos. El Obispo le dijo: “tu madre hizo un sacrificio muy grande por ti, pero Cristo hizo un sacrificio aún mayor. No solo sufrió por tus pecados sino también experimento tus dolores para saber cómo ayudarte. Su expiación no solo abarca los pecados sino también los sufrimientos. Tú no eres culpable de la muerte de tus padres. Pero Cristo sabe lo que estas sufriendo y lo que sufriste. Deja que te sane. Dale oportunidad que te de paz” El Obispo se acercó a Macaria y le mostró una cicatriz que tenía en la frente: “ves esta cicatriz, me la hice en un choque. Sentí mucho dolor y sufrimiento. Mi cuerpo sano mi piel. Ahora la veo pero ya no me duele ni hay peligro. Deja que Cristo sane tu alma así que cuando recuerdes a tus padres ya no haya dolor.”

            Macaria les informó a los misioneros mormones que se uniría a la Iglesia. Su tía la corrió pero Macaria sentía paz. El Obispo le había conseguido un cuarto para rentar, empezó a trabajar. Vivía sola pero se sentía acompañada por el espíritu. Dejó de usar manga larga. Su cicatriz ahora le recordaba que Cristo la había sanado. Ahora podría tener una relación de pareja sin prejuzgar a todos los hombres, pero la cicatriz también le recordaba el tipo de vida que no quería, y que no aceptaría por ningún motivo. Su cicatriz se convirtió en un recordatorio permanente de que había sanado su alma pero que no aceptaría el abuso en su vida nunca más.                Sergio Nieto